Juan Manuel Montero - Enviado especial de LG Deportiva
Pocos países en Sudamérica deben tener tan marcadas las diferencias sociales como Paraguay. Prácticamente no hay clase media. Hay gente de mucha plata, y otra que no tiene nada.
Caminar por Asunción es como conocer dos mundos apenas separados por algunas cuadras. Está el sector ampuloso, donde las marcas brillan en las marquesinas, y está el del pueblo común y corriente, que se debate entre la falta de trabajo y una inflación que los come. En Paraguay, el sueldo mínimo de un maestro es de 1.800.000 pesos. O sea, 6.500 pesos argentinos. Un dólar equivale a 5.000 pesos paraguayos. Lo que vale una lata de gaseosa. Pero para el guaraní promedio, esos precios son exhorbitantes.
En las calles se ve mucha indigencia y prostitución. Los paraguayos se quejan de la política que esta llevando adelante Horacio Cartes, y recuerdan con cariño a Fernando Lugo, sobre todo por el sueldo que les dio a los jubilados.
No hay demasiados edificios en altura en Asunción, y la ciudad se debate entre las casas históricas y vetustas y los locales de marcas exclusivas y shoppings a todo lujo.
Paraguay sigue siendo una Meca, sobre todo para el comprador latinoamericano. “Vienen muchísimos turistas y dejan enormes cantidades de dinero, pero nadie sabe en qué lo gastan los funcionarios”, se queja Dermidio Villarreal, mientras barre las veredas de la Casa de Gobierno.
Los paraguayos creen que si le va bien al Mercosur, les irá bien a ellos. Son atentos, diligentes, nacionalistas; está orgullosos de su sangre guaraní. “No se si un equipo paraguayo va a ganar la Libertadores, pero van a tener que matarnos para vencernos”, dice Wilson Barrantes. Razón no le falta.